JUBILACIÓN COMPENSADA: UN ELOGIO SINCERO A LA BUROCRACIA
El
acogerse a jubilación es un acto heroico, es una decisión tan íntima y difícil,
que pone en juego nuestra capacidad para reinventarnos y es casi como comenzar
a vivir de nuevo; así que felicito a los que han tomado esta decisión, porque
significa asumir con coraje que estamos transitando por la tercera edad,
eufemismo con el cual se quiere ocultar la vejez y sus fealdades.
El
acogerse a jubilación en cuanto decisión personal es una darse permiso para
volver a transitar la vida, para iniciar nuevos caminos y volver a soñar en
proyectos que fueron postergados o quedaron inconclusos por entregarnos a otros,
a nuestros seres queridos y a un servicio
público desgastante, absorbente y al cual dedicamos gran parte de
nuestra vida.
El
acogerse a jubilación de la burocracia del Estado debiera ser motivo de júbilo,
debiera despertar en nosotros un verdadero grito de alegría, un despertar desde
lo más noble en nuestros sentimientos, sin embargo nos abraza la nostalgia al
recordar a cuantos el jubileo ha sido efímero, les ha durado muy poco, y la
amargura y el malestar por los beneficios perdidos o arrebatados como nuestras
pensiones sujetas al vaivén del capital financiero van a dar al resumidero por
el cual se escurre toda nuestra noble vida funcionaria.
Jubilar
a miles de burócratas, aunque tenga un costo para el estado, es desprenderse de
parte importante de la grasa. Por tanto, le permite al estado hacer dieta presupuestaria
para hacer funcionar malamente el engranaje que genera una multiplicidad de
servicios ciudadanos.
Jubilar
a miles de burócratas, digo yo, es desprenderse de un valioso capital humano,
es hacer a un lado la experiencia profesional acumulada, es reconocer por última
vez cuan valiosos fuimos, en cuan necesarios nos transformamos y al despertar
de cada día reconocer de cuan prescindibles somos y que la senda funcionaria de
un Juan Vilches no es aconsejable para nadie.
Jubilar
a miles de burócratas es un desgarro social, político y económico porque
significa desprenderse de fervorosos creyentes de la aventura colectiva, de la
solidaridad y colaboración en el trabajo, de quienes creen en el estado
benefactor y de quienes han vivido un siglo como en la alegoría de las
cavernas: viendo pasar el telégrafo, fonógrafo, máquina de escribir,
mimeógrafo, computador, internet, impresora multicopiado lasser, celular
multimedia y cuanto artefacto que al decir de Nicanor Parra constituyen “los vicios del mundo moderno”.
La
burocracia según Max Weber es una forma de organización humana que se basa en la racionalidad, en la
adecuación de los medios a los objetivos pretendidos, con el fin de
garantizar la máxima eficiencia en la búsqueda de esos objetivos. No es esa
caricatura a la ineficiencia, al papeleo inútil o una corte de indolentes funcionarios ajenos a las necesidades
del ciudadano, caracterización abusiva que domina el sentido común y es nuestro
estigma que debemos combatir. Moraleja: no hay peor astilla que la del mismo palo.
Los
burócratas de incomprendidos sociales de responsables de todos los errores del
estado a través de las instituciones públicas, somos según Max Weber una
necesidad, una condición necesaria para que los procedimientos administrativos
se dirijan a una finalidad. Según este intelectual, el aparato burocrático
desarrollado es exactamente lo mismo que la máquina respecto de las formas no
mecánicas de producción. Para ello se requiere una administración severamente
burocrática y especialmente monocrática, servida por funcionarios
especializados.
Por otra parte, la ficción, la
literatura, a través de Saramago ha ironizado sobre la función pública, en su
novela “Todos los nombres” creando un único personaje con nombre: Don José. Es
un hombre gris, cincuentón, soltero, humilde, huraño, solitario, digamos que
conformista con la vida que le ha tocado, demasiado sencilla y con un trabajo
sometido a severas normas que regulan hasta el estado de ánimo de los
funcionarios. Saramago retrata con maestría nuestra entrega al servicio,
nuestras necesidades, nuestras fantasías y sueños y al mismo tiempo los riesgos
de perder el sentido de realidad cuando la función pública invade por completo
nuestras vidas. Moraleja: la función pública es hermosa pero no tiene sentido
la inmolación colectiva persiguiendo un arbitrario y mezquino PMG.
Desde que ingresamos al servicio del
estado y sus ciudadanos hemos acumulado experiencia y sabiduría, reposo y
paciencia frente a las vicisitudes, tanto que los momentos ingratos pasan a ser
meras anécdotas que con el cedazo del recuerdo uno las evoca sin una pizca de
rencor.
Por ello, voy a relatarles el episodio más
increíble que viví en esta Secretaría. Ocurrió en el mes de febrero del año
2015. Al regresar de vacaciones fui llamado por el jefe de gabinete de la época
para manifestarme su molestia por mi columna del diario electrónico “El
Mostrador”, su propósito era silenciar mis escritos y castigar con el exilio mi
osadía de afirmar que los mandos medios del Mineduc no estaban a la altura de
los desafíos programáticos en educación. Me acusó de ser parte de una
conspiración contra el jefe de la División de Educación General (DEG) el que
pocos meses después terminó traicionando la confianza del gobierno, renunciando
con escándalo y pasándose a la oposición y participando en la formación de un
nuevo partido político. Agradezco al gremio local que supo defender mi derecho
a la libre expresión y contener a los censuradores, los que ahora ocupan una
oscura dependencia del nivel central después de su degradación. Moraleja: “hay órdenes que se dan, pero
hay que ser muy carajo para ejecutarlas” (G. García Márquez, El otoño del
patriarca).
La partida es inevitable, así como la
confusión del momento es inevitable. No sé si siento pena dejarlos o envidio
que ustedes se queden, solo sé que me voy con el corazón alegre de haber
culminado una etapa funcionaria recibiendo el cariño y respeto de todos ustedes.
Gracias por alumbrar una vida de servicio público que hoy termina pero que el
recuerdo irá recreando lentamente, que me ha dejado huellas imborrables de
fraternidad y solidaridad, de compañerismo, de amistad sincera y en mi caso un
lugar donde tuve la dicha de haber encontrado el amor y ha sido un amor para
toda la vida.
Carlos Vásquez Órdenes
29-12-2017.